OPEP+ congela su oferta en medio de tensiones geopolíticas y presión por sobreoferta global
Por PhD Mario Fernando Zamora Santacruz
La OPEP+ cerró noviembre de 2025 reafirmando una estrategia centrada en la estabilidad y en la administración rigurosa del mercado petrolero global. La alianza anunció que mantendrá sin cambios su oferta conjunta de crudo hasta el 1 de abril de 2026, preservando los recortes obligatorios de dos millones de barriles diarios introducidos a finales de 2022 y vigentes hasta diciembre de 2026.
Esta decisión, tomada en un contexto de elevada incertidumbre económica y geopolítica, refleja la intención del grupo de sostener un equilibrio delicado entre la defensa de precios y la preservación de su cuota de mercado frente a la creciente competencia externa.
La determinación de mantener el recorte formal contrasta con la flexibilidad operativa concedida a ocho de sus miembros más influyentes: Arabia Saudí, Rusia, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Kazajistán, Argelia y Omán que desde abril de este año han venido revirtiendo parcialmente los recortes voluntarios implementados en 2023 y 2024.
En conjunto, estos países han devuelto al mercado cerca de 2,9 millones de barriles diarios, contribuyendo al aumento de la oferta global y presionando los precios a la baja. Sin embargo, los ministros acordaron pausar cualquier incremento adicional durante el primer trimestre de 2026, lo cual introduce un margen de estabilidad temporal en un mercado que ha mostrado sensibilidad extrema a los flujos inesperados de suministro.
Los precios del crudo reflejan de forma directa esta tensión: el Brent cerró noviembre en torno a los 63,20 dólares, mientras que el WTI lo hizo cerca de los 58,55 dólares, niveles significativamente inferiores a los más de 80 dólares que marcaron los primeros meses del año.
Esta caída se explica no solo por el retorno gradual de oferta OPEP+, sino también por la acumulación de inventarios, las dudas sobre el crecimiento económico mundial y la posibilidad de que las negociaciones entre Rusia y Ucrania desemboquen eventualmente en un relajamiento de sanciones, abriendo la puerta a un volumen adicional de crudo ruso en el mercado internacional.
En medio de este escenario, Venezuela irrumpió con una postura política de alto calibre. A través de una carta firmada por el presidente Nicolás Maduro y difundida por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, el Gobierno venezolano denunció ante la OPEP+ que Estados Unidos estaría intentando apoderarse de las reservas petroleras del país mediante un despliegue militar en el mar Caribe, bajo el argumento de operaciones antidrogas.
Según la misiva, estas acciones ponen en riesgo la estabilidad de la producción energética venezolana y amenazan directamente el equilibrio del mercado petrolero global. La denuncia ocurre en un contexto de tensiones crecientes: Estados Unidos ha intensificado operaciones marítimas y aéreas, el número de incidentes se ha elevado, varias aerolíneas suspendieron sus vuelos sobre territorio venezolano, y el presidente estadounidense Donald Trump advirtió recientemente que el espacio aéreo venezolano permanecerá cerrado.
Este clima, que combina presión militar, restricciones aéreas y confrontación diplomática, aumenta la percepción de riesgo en un mercado que ya opera bajo la sombra de múltiples focos de inestabilidad.
La OPEP+ respondió a este entorno acelerando discusiones internas sobre capacidad efectiva de producción. De hecho, entre enero y septiembre de 2026 se llevará a cabo un proceso exhaustivo para evaluar la capacidad máxima sostenible de cada país miembro, información que servirá de base para asignar las cuotas de 2027.
Este mecanismo busca fortalecer la transparencia y reducir tensiones internas alrededor de cifras infladas o divergentes, un problema histórico dentro de la organización. Mientras tanto, analistas internacionales observan que la oferta de países no OPEP+ particularmente Estados Unidos, Guyana, Brasil y Canadá continúa expandiéndose de forma significativa, consolidando un escenario en el que el cartel enfrenta competencia estructural a largo plazo.
En este punto del análisis es útil entender la arquitectura estratégica que subyace a la decisión de la OPEP+, una estructura que puede organizarse en cuatro pilares interdependientes.
(I) La estabilización de precios mediante el mantenimiento de recortes obligatorios en un contexto de volatilidad extrema.
(II) La recuperación parcial de cuota de mercado a través de incrementos graduales y controlados de producción voluntaria por parte de un grupo reducido de países influyentes.
(III) La gestión de riesgos geopolíticos crecientes, entre los cuales la tensión Venezuela–Estados Unidos y los posibles cambios en el régimen de sanciones contra Rusia destacan como variables de alto impacto.
(IV) La anticipación a un reordenamiento del mercado global, caracterizado por el ascenso sostenido de productores no pertenecientes a la OPEP+ y por una demanda internacional que, según diversos organismos, podría crecer a ritmos más moderados en los próximos años.
La interacción simultánea de estos cuatro elementos determina la complejidad del momento actual. La OPEP+ no solo intenta administrar un equilibrio técnico entre oferta y demanda; también se ve forzada a navegar un entorno político inestable, una transición energética que altera patrones de consumo, y una competencia que erosiona gradualmente su poder de influencia histórica.
El año 2026 será determinante para verificar si la estrategia de disciplina moderada, ajustes mensuales y flexibilidad condicionada logra estabilizar el mercado o si, por el contrario, abre una etapa prolongada de precios más bajos y control más limitado.
Desde esta perspectiva, lo que está en juego no es únicamente el precio del crudo en los próximos meses, sino la capacidad de la OPEP+ para mantener cohesión interna, revalidar su rol como actor clave en el mercado global y responder a un escenario donde las fuerzas externas económicas, militares y tecnológicas adquieren un peso que supera incluso a sus propias decisiones.
Con la próxima conferencia ministerial programada para el 7 de junio de 2026, el sector energético observa con atención una alianza que aún conserva poder, pero que enfrenta la prueba más exigente de la última década.
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Publicado por Massimo Di Santi
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