El nuevo equilibrio del petróleo: ¿más oferta que demanda?
Por PhD Mario Fernando Zamora Santacruz
En un contexto global marcado por la volatilidad geopolítica, la industria petrolera está atravesando una transformación estructural que trasciende las tensiones inmediatas. Aunque los conflictos como el que se desarrolla entre Israel e Irán captan la atención mediática y generan preocupación sobre la seguridad del suministro energético, el verdadero cambio se está produciendo en los fundamentos del mercado.
Durante los próximos años, se espera que la oferta mundial de petróleo crezca a un ritmo significativamente mayor que la demanda, lo que anuncia un escenario de sobreabastecimiento con implicaciones profundas para la economía energética global.
La desaceleración del crecimiento económico, los avances tecnológicos en materia de eficiencia energética y la acelerada transición hacia energías limpias han comenzado a redefinir los patrones de consumo.
La demanda global de petróleo continuará creciendo, pero a un ritmo mucho más moderado que en décadas anteriores. Entre 2024 y 2030, se proyecta un incremento de apenas 2,5 millones de barriles por día, alcanzando un nivel estable cercano a los 105,5 millones de barriles diarios hacia el final de la década.
Este aumento, aunque no despreciable, será ampliamente superado por el crecimiento en la capacidad de producción, que se estima podría superar los 114 millones de barriles diarios en ese mismo horizonte.
Uno de los principales factores detrás de esta tendencia es el cambio estructural en el consumo energético de China. Durante más de una década, el país asiático fue el motor indiscutible de la demanda global de petróleo.
Sin embargo, su modelo energético está girando rápidamente hacia alternativas más sostenibles. Se prevé que China alcance su pico de demanda petrolera en 2027, impulsada por el vertiginoso crecimiento de las ventas de vehículos eléctricos, la expansión de su red de trenes de alta velocidad y la sustitución progresiva del diésel por gas natural en el transporte pesado.
Este giro en el mayor consumidor emergente de petróleo tiene consecuencias significativas para el mercado global, ya que debilita uno de los pilares sobre los cuales se sostenía el crecimiento de la demanda.
Al mismo tiempo, la oferta continúa expandiéndose, incluso en un entorno de precios relativamente estables. Si bien los recortes de producción de la alianza OPEP+ han tenido impacto en años anteriores, recientemente muchos países miembros han comenzado a reducir esos recortes, reconfigurando sus estrategias frente a un mercado que ya no muestra la misma presión alcista. Paralelamente, países como Estados Unidos, Canadá, Brasil, Guyana y Argentina están consolidándose como fuentes importantes de nueva oferta, con inversiones en yacimientos no convencionales y recursos offshore que resultan cada vez más competitivos. Aunque la producción estadounidense crecerá a un ritmo más lento por una mayor disciplina financiera, sigue siendo el principal impulsor de la oferta fuera de la OPEP.
Es particularmente relevante el crecimiento de los líquidos del gas natural (LGN) y otros líquidos no convencionales, que están ganando terreno frente al crudo tradicional. Esta tendencia responde en parte a la expansión del sector petroquímico, que a partir de 2026 se convertirá en la fuente principal de crecimiento de la demanda de petróleo.
Se estima que para 2030, uno de cada seis barriles producidos será destinado a esta industria. No obstante, esta demanda no será suficiente para compensar la desaceleración en otros sectores, especialmente el transporte, donde los vehículos eléctricos están reemplazando el uso de combustibles fósiles a un ritmo acelerado.
Solo en 2024 se vendieron 17 millones de automóviles eléctricos, y se prevé que esta cifra supere los 20 millones en 2025. Se estima que, para finales de la década, estos vehículos habrán desplazado el equivalente a 5,4 millones de barriles diarios en consumo de petróleo.
Otro factor relevante es la creciente electrificación en regiones productoras como Oriente Medio, donde países como Arabia Saudita están sustituyendo la generación eléctrica a base de petróleo por fuentes como el gas natural y las energías renovables.
Esta decisión, orientada a liberar más crudo para la exportación y a cumplir con sus objetivos de sostenibilidad, también está contribuyendo a limitar el crecimiento de la demanda interna de petróleo.
En paralelo, el mercado de la refinación también está experimentando una transformación. Se espera que la capacidad global de refinación aumente más allá de lo que requiere la demanda de productos refinados, lo cual podría provocar el cierre de plantas menos eficientes en distintas partes del mundo. Las refinerías que no se adapten a los nuevos productos y a las exigencias de eficiencia y sostenibilidad, difícilmente podrán sostenerse en un entorno cada vez más competitivo.
A pesar de este panorama de abundancia, el mercado petrolero sigue enfrentando riesgos geopolíticos latentes. Las rutas estratégicas, como el Estrecho de Ormuz, siguen siendo vulnerables a interrupciones, lo que podría provocar picos temporales en los precios. No obstante, la sobreoferta proyectada actuaría como un colchón ante estos shocks.
En palabras del director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, Fatih Birol, los fundamentos del mercado indican que habrá petróleo suficiente, pero “no hay margen para la complacencia” en materia de seguridad energética.
Este nuevo equilibrio entre oferta y demanda plantea retos importantes para los países productores, especialmente aquellos cuya economía depende fuertemente de las exportaciones de hidrocarburos. La necesidad de diversificar fuentes de ingresos, atraer inversiones hacia energías limpias y mejorar la eficiencia de sus industrias se vuelve imperativa.
Para América Latina, este contexto representa tanto una amenaza como una oportunidad: países como Brasil y Guyana se están posicionando como protagonistas en la nueva oferta global, mientras que otros deben replantear sus modelos de negocio para no quedar rezagados.
En conclusión, estamos entrando en una nueva era del mercado petrolero, caracterizada por un abastecimiento suficiente, una demanda moderada y una creciente competencia por capturar el valor agregado.
La transición energética ya no es un horizonte lejano, sino una realidad que comienza a reflejarse en los balances de oferta y demanda. Adaptarse a estos cambios, planificar con visión estratégica y diversificar las fuentes energéticas y económicas será clave para garantizar la sostenibilidad, no solo del sector, sino también de los países que lo integran.
En este nuevo escenario, el petróleo seguirá siendo una pieza fundamental del sistema energético global, pero su protagonismo comenzará a ceder ante nuevas formas de energía más limpias, eficientes y sostenibles.
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Publicado por Massimo Di Santi
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