Optimismo comercial vs. realidad energética: ¿qué mueve hoy al petróleo?
Por PhD Mario Fernando Zamora Santacruz
El mercado petrolero mundial se encuentra en una fase de recuperación contenida, marcada por el optimismo de una posible distensión en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China.
Esta esperanza, sin embargo, contrasta con las proyecciones más cautas de la Agencia Internacional de Energía (IEA), que ha revisado a la baja sus estimaciones de crecimiento en la demanda global para el resto del año, en medio de un entorno cada vez más influenciado por factores estructurales como la electrificación del transporte y las incertidumbres económicas globales.
Durante la segunda semana de mayo, los precios del crudo han mostrado signos de recuperación tras una racha de caídas. El Brent y el West Texas Intermediate (WTI) registraron incrementos semanales cercanos al 1%, ubicándose en torno a los 64,78 y 61,86 dólares por barril, respectivamente.
Este repunte, aunque modesto, es significativo dentro de un contexto de volatilidad geopolítica y de señales contradictorias en los fundamentos del mercado.
La aparente mejora en el ánimo de los inversores proviene del renovado diálogo entre Washington y Pekín, cuyas tensiones arancelarias han sido un lastre persistente para la economía global y, en consecuencia, para la demanda de energía.
Una tregua duradera entre ambas potencias podría devolver estabilidad a las cadenas de suministro globales y estimular el crecimiento industrial, lo cual impactaría positivamente en el consumo energético.
No obstante, la IEA ha introducido una nota de cautela en su informe mensual de mayo, al señalar que el crecimiento de la demanda global de petróleo se desacelerará en los próximos meses.
Después de un aumento de 990.000 barriles por día (bpd) durante el primer trimestre de 2025, la agencia proyecta una moderación a solo 650.000 bpd en lo que resta del año. Esta desaceleración se atribuye a la persistente fragilidad económica en diversas regiones, así como al creciente protagonismo de los vehículos eléctricos, cuyas ventas continúan batiendo récords.
A pesar de estos pronósticos, el mercado físico parece enviar señales divergentes. Las importaciones chinas de crudo repuntaron significativamente en abril y, en India -el tercer mayor consumidor mundial las compras alcanzaron niveles históricos en marzo.
Estas tendencias sugieren que, al menos en Asia, la demanda de petróleo sigue siendo robusta, impulsada por la expansión económica y una creciente necesidad energética en sectores industriales y de transporte.
Otro desarrollo relevante ha sido el cambio estratégico de los refinadores japoneses, quienes están ralentizando sus inversiones en tecnologías de bajas emisiones para enfocarse nuevamente en la producción petrolera tradicional.
Esta reversión temporal obedece a la necesidad de garantizar márgenes de ganancia ante un entorno de precios aún inestables, pero también pone de manifiesto los dilemas que afrontan las economías desarrolladas respecto a sostenibilidad y seguridad energética.
En este entorno de señales divergentes, la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+) continúan jugando un papel estratégico en un intento de estabilizar los precios del crudo. Si bien el cartel ha mantenido recortes voluntarios en la producción para contrarrestar la debilidad en la demanda global, crecen las dudas sobre si estos ajustes serán suficientes ante la desaceleración proyectada por la IEA.
Algunos miembros de la OPEP+ reflejan notablemente que Arabia Saudita y Rusia han reafirmado su compromiso con la política de disciplina en la oferta en un intento de mantener los precios por encima de los 80 dólares, al menos en el mediano plazo. Sin embargo, las presiones internas dentro del grupo por mayores cuotas de producción, sumadas al crecimiento de la oferta por parte de países no OPEP como Estados Unidos, limitan el margen de maniobra.
De otra parte, con una demanda más débil en el horizonte y un aumento esperado en la producción iraní, si se levanta parte de las sanciones, la OPEP+ se verá obligada a reevaluar su estrategia en la reunión ministerial prevista para el próximo mes. El cartel, que ha sido clave en evitar colapsos de precios en los últimos años, enfrentará el reto de equilibrar sus intereses económicos con las complejidades del nuevo orden energético global.
En el plano geopolítico, el posible restablecimiento del acuerdo nuclear entre EE.UU. e Irán también introduce un factor bajista, ya que permitiría al país persa incrementar sus exportaciones de crudo, presionando los precios a la baja. Sin embargo, hasta que dicho acuerdo se concrete y supere los obstáculos políticos internos en ambos países, su impacto seguirá siendo especulativo.
En síntesis, el mercado petrolero transita por una etapa ambigua: por un lado, el alivio temporal en las tensiones comerciales ha devuelto algo de confianza, pero por otro, los pronósticos de desaceleración en la demanda y las transformaciones estructurales del sector energético obligan a mantener una perspectiva prudente.
La clave para los próximos meses consiste en observar si la tregua entre EE.UU. y China logra consolidarse y generar un entorno más favorable para el crecimiento energético global o si, por el contrario, el entusiasmo reciente constituirá solo un espejismo en un panorama dominado por la transición energética y las presiones geopolíticas.
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Publicado por Massimo Di Santi
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